¿Por qué Alemania no viaja a la Luna?
Además de los gigantes Airbus y OHB en Bremen, hay muchas empresas más pequeñas, y startups, en toda Alemania que apuntan a las estrellas. Por encima de todas estas empresas privadas se encuentra la Agencia Espacial Europea (ESA), una organización compuesta por 22 países miembros con un presupuesto total de 5.720 millones de euros (6.390 millones de dólares) para 2019.
Después de Francia, el gobierno alemán es su segundo mayor contribuyente monetario. Gracias a esto, Alemania pudo obtener dos regalos: el Control de Misión de la ESA en Darmstadt y el centro de entrenamiento de astronautas en Colonia. Solo este año, su contribución a la ESA fue de 927 millones de euros.
Por otra parte, Alemania gasta 285 millones de euros adicionales en programas espaciales. Esto puede parecer mucho, pero es una miseria en comparación con los 726 millones de euros de Francia. En general, Alemania sólo gasta el 0,05% del PIB en estos programas, detrás de la India, Italia, Japón, China, Rusia, Francia y Estados Unidos, que gastan el 0,224%, según el Instituto Europeo de Política Espacial de Goldman Sachs.
Algo grande va a pasar
Pero no importa cuánto se gaste, muchos critican cómo se gasta. En estos momentos, la mayor parte del dinero del gobierno va para los actores principales, Airbus y OHB. Tom Segert, director de negocios y estrategia de la startup Berlin Space Technologies, es uno de los que ven venir el cambio. "Estamos viviendo un momento en el que los grandes jugadores de Alemania, pero también los más pequeños, están despertando. Se dan cuenta de que algo grande va a pasar", dijo a DW.
En Alemania, "tenemos la tecnología, pero no tenemos la demanda", dijo Segert, señalando el hecho de que estos conglomerados están trabajando en grandes proyectos internacionales y construyendo grandes satélites, aunque no los de menor tamaño que las empresas realmente quieren. Este es el nicho que Berlin Space Technologies quiere atacar.
Fundada en 2010 por tres amigos, la empresa cuenta ahora con 29 empleados que trabajan en el diseño de pequeños sistemas de satélites (desde el tamaño de un horno de microondas hasta el de una lavadora) y la tecnología que los respalda. Hasta ahora, la compañia ha participado en más de 50 misiones espaciales.
La fabricación de un prototipo puede tardar entre 1 y 2 años. Pero la empresa quiere pasar de los satélites individuales a la fabricación en masa, y para ello ha creado una empresa conjunta en la India. Así, el tiempo de construcción puede reducirse a una o dos semanas, aminorando también los costos.
La vanguardia de la tecnología
En general, Segert piensa que para la mayoría de las empresas, la construcción de satélites es un desperdicio de recursos. En su lugar, deberían centrarse en los servicios y los datos. "Las startups europeas se benefician porque están obteniendo los datos de forma gratuita (de la NASA o de la ESA)".
Al mismo tiempo, las asociaciones industriales están presionando a Alemania para que construya su propio puerto espacial o centro de lanzamiento. No necesariamente uno grande para enviar seres humanos al espacio, sino uno que permita a las empresas lanzar cohetes y satélites sin depender de otros países. Hoy en día, sólo un puñado de países tienen esta capacidad.
Las nuevas tecnologías que utilizan satélites incluyen mejores comunicaciones, pronósticos meteorológicos y navegación. Las imágenes del espacio pueden ser utilizadas para monitorear arrecifes de coral, bosques, niveles de agua, incendios o desastres naturales. También pueden vigilar oleoductos, trenes y líneas eléctricas. Estas imágenes pueden servir para aprender más sobre la Tierra y el calentamiento global. Aportes como las baterías, la cerámica, las tecnologías solares, la conducción autónoma y el uso de metales ligeros han avanzado gracias a las innovaciones espaciales.
Futuro incierto
Sin embargo, para Segert el futuro del negocio espacial en Alemania no está claro, puede ir por dos rumbos: el primero sería un modelo en el que el gobierno gasta cantidades de dinero cada vez mayores para mantener vivos a los grandes protagonistas que afectan el mercado sin lograr progresos reales.
En el segundo, el gobierno, los contribuyentes y las empresas se darían cuenta de que las cosas no se han hecho de la manera más eficiente. El gobierno dejará de fabricar satélites y se convertirá en un consumidor de servicios. Esto llevaría a una disminución de la fabricación y de los costos de los satélites. Así, la atención estaría en los datos, el oro del siglo XXI.
Ahora, 50 años después del primer alunizaje, la verdadera prueba será ver si los gobiernos crearán el marco jurídico que regule el espacio y dejarán que el mercado se apodere de él dándoles a los consumidores lo que quieren.
(ee/jov)
Deutsche Welle es la emisora internacional de Alemania y produce periodismo independiente en 30 idiomas. Síganos enFacebook | Twitter | YouTube |