El fracaso de la política de asilo europea
9 de septiembre de 2015Como el “parque afgano” ha sido rebautizada la plaza cercana a la estación de Keleti, en Budapest. Los refugiados sirios, como regla, partieron tras enterarse de que la canciller alemana Angela Merkel prometió darles asilo. Pero la mayoría de los afganos sigue aquí. No están seguros de que valga la pena seguir viaje hasta Alemania. A un lado del parque, una fila de retretes móviles son las únicas instalaciones sanitarias disponibles.
“Les dijimos: Váyanse, por favor. Es lo mejor para ustedes”, dice Zsusza Zsohar, de Migration Aid, una organización de voluntarios húngara surgida hace dos meses. “Pero tienen miedo de ser devueltos”, afirma, en alusión al Convenio de Dublín, según el cual cada solicitante de asilo debería extender su solicitud en el país por el cual ha ingresado al bloque comunitario.
Algunos afganos, como el joven Umar, sencillamente están exhaustos y han decidido detenerse por unos días. Dos meses le tomó a Umar llegar a Budapest, a través de Irán, Turquía y Bulgaria. A pie. “En las montañas iraníes no había nada. A veces no teníamos qué comer en cuatro o cinco días”, cuenta. Pero en Afganistán –luego de que los talibanes volaran la escuela erigida por el presidente en su comunidad− no tenía vida.
Una crisis previsible
Dos hechos explican para Marc Speer, de la ONG local Border Monitoring, el repentino estallido de esta catástrofe humanitaria a finales de agosto en Hungría: “En primer lugar, sencillamente, llegó más gente”, dice a DW. “Unas 1.500 personas cruzaban la frontera diariamente hace un mes. Entretanto son 2.500, a veces hasta 3.000. Por otra parte, cada vez menos personas siguen viaje”.
Por lo general, los migrantes esperaban un par de días hasta que hallaban un “coyote” que los sacara. Esta fluctuación se vio interrumpida de pronto, cuando Austria halló 71 muertos en un camión abandonado en la autopista. “Tras la tragedia, Austria extremó los controles y los traficantes tuvieron que parar”, cuenta Speer. “Además, los refugiados tampoco podían seguir viaje en tren”, recuerda.
“Valores europeos”
Para los voluntarios húngaros el caos destapado en estos días en Budapest, Viena o Múnich refleja el fracaso de la política migratoria de la Unión Europea (UE). Un voluntario del grupo MigSzol, recién llegado de una visita al centro de registro de refugiados en Röszke, muestra fotos de los vehículos de Frontex (la agencia europea para la gestión de las fronteras exteriores de la UE). Tienen matrículas holandesas. “¿O sea que las cercas atentan contra los valores europeos pero Frontex no?”, pregunta el activista.
Hasta ahora, la política húngara para los recién llegados a Röszke se limitó a tomarles las huellas dactilares, registrarlos, entregarles un pasaje de tren e indicarles que lo usaran para llegar al campo de refugiados que les había sido asignado. El pasaje es válido por 48 horas en cualquier tren húngaro. Así que como muchos refugiados lo que desean es seguir viaje a Alemania o Austria, ignoran las indicaciones y viajan directo a la estación de Keleti, en Budapest.
"Salvoconducto de facto"
Se especuló mucho sobre si el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, había provocado concientemente el atasco de refugiados en Keleti para reforzar su argumento ante Bruselas. “Yo estoy seguro de que Alemania y Austria han presionado tras bambalinas, para evitar que la gente siga viaje“, insiste Marc Speer, sin embargo, en entrevista con DW. Cuando las trágicas consecuencias de esta decisiones fueron evidentes, el gobierno húngaro tuvo que disponer de autobuses para trasladar a los refugiados a la frontera con Austria. Pero esta es solo una “solución de emergencia”, acordaron por teléfono Merkel y Orbán, una excepción humanitaria al Convenio de Dublín.
Con o sin consentimiento explícito de sus socios europeos, el hecho de que Hungría lleva años ignorando las reglas de Dublín es un secreto a voces. La burocracia de Budapest tiene un objetivo claro: desalentar a los solicitantes de asilo a permanecer en Hungría; alentarlos a continuar hacia el norte. Para permanecer en Hungría un refugiado debe firmar un llamado contrato de integración. Con él, los solicitantes de asilo se comprometen a reportarse ante un “asesor familiar”, semanalmente en los primeros seis meses, mensualmente en los siguientes dos años. Pero muy pocos han hecho uso de este recurso. “La solicitud de asilo es un salvoconducto de facto”, opina Marc Speer y agrega: “Los griegos, macedonios y serbios hacen exactamente lo mismo.”