El fantasma de Yale
7 de enero de 2004La cúpula del gobierno socialdemócrata alemán lanzó una propuesta para mejorar la doliente situación académica alemana: crear algunas universidades de elite. Aunque el término podría ser definido y entendido de muchas maneras, la sola palabra ha levantado revuelo, indignación, acusaciones y debates.
La llaga del costado
La propuesta viene después de que varios estudios han colocado al que fuera el país de "pensadores y poetas" en una posición nada encomiable en relación con otras naciones industrializadas. La comparación que más duele es con Estados Unidos, y la llaga que al parecer más arde es el hecho de que los últimos Premios Nóbel no han salido de Heidelberg, Gotinga, Friburgo o Berlín. La reacción más moderada toma la forma de una pregunta básica: ¿educar a una elite que compita a nivel internacional, es de verdad el punto neurálgico del campus alemán?
Un vistazo
Más de dos millones de jóvenes han optado por un estudio en Alemania este año, la cifra de profesores, sin embargo, desde 1994 se mantiene inmutable. En ciertas universidades y carreras, en un salón de clase se da cabida a 150 alumnos, respecto de lo cual una estación televisiva alemana comentaba que en la famosísima Harvard existe un docente por cada dos alumnos.
Tanto el gobierno federal como los regionales están llevando a cabo recortes en el rubro destinado a educación e investigación. El Gobierno federal planea recortes y modificaciones en el presupuesto dedicado a la educación, lo que empieza por cobrar las matrículas. No se hicieron esperar las manifestaciones en contra de tal medida –que contradice el lema de la "igualdad de oportunidades" del cual hacía ostentación la coalición roji-verde en el gobierno-, y las Asociaciones de Estudiantes han movilizado a la juventud germana que no quiere perder, como es lógico, la posibilidad de estudiar gratuitamente y todo el tiempo que le pareciese necesario. La investigación, por su parte, se queja de los largos caminos, también de la burocracia europea, que tiene que atravesar las innovaciones salidas de los laboratorios alemanes hasta llegar a la industria.
Lluvia de críticas
A las críticas más benignas les basta con puntualizar aquello del alto nivel de la educación universitaria estadounidense: si bien la cúpula del gobierno estadounidense proviene de las universidades de la llamada Ivy League –a la cual pertenecen Yale y Harvard-, el abismo que las separa de las otras -las que no se encuentran entre la selecta decena- es inconmensurable. Por su parte, miembros del partido de los Verdes –los socios del gobierno de Schröder- no ven la solución en la creación de un selecto club de científicos, sino en otorgar a las universidades existentes más autonomía que se traduciría en competitividad.
El principal opositor del gobierno, el conservador bávaro Edmund Stoiber, calificó la propuesta de "castillo en el aire", término que va a tono con el que utilizó Verdi, uno de los sindicatos más importantes del país: una discusión fantasma, pues ¿para qué discutir sobre invertir miles de millones –que no hay- en estructuras universitarias nuevas, teniendo universidades de reputación centenaria a las cuales sólo les bastaría con reformas y unos cuantos cientos de millones?