El lucrativo negocio de las migrantes africanas
20 de marzo de 2016Cuando la fiscal Angela Pietroiusti trabaja horas extra, puede ver a las prostitutas nigerianas desde la ventana de su oficina. En cuanto se hace de noche, la avenida que cruza por delante del Palacio de Justicia de Florencia se convierte en un hervidero de prostitución callejera. Según las estimaciones, cerca de 40.000 extranjeras se prostituyen en las calles de Italia. La mayoría de ellas proceden de Rumanía y Nigeria. Casi todas son víctimas de redes de trata de personas, que se encargan de traer de forma ilegal a las mujeres desde sus países de origen hasta Italia.
El miedo “los poderes” de los traficantes
A pesar de que el problema es visible y conocido, la fiscal Pietroiusti –responsable del crimen organizado y la trata de personas en la región de Florencia- no ha sido capaz de meter entre rejas a ninguna madame en los últimos años. Madame es el nombre que reciben aquellas nigerianas instigadoras de la trata de personas. Estas poderosas mujeres viven por lo general en Italia y, desde allí, coordinan a las jóvenes traídas a Europa por las bandas de traficantes. Se trata, por lo general, de pequeñas redes formadas por dos reclutadores que se encargan de sacar a las mujeres de Nigeria haciéndoles falsas promesas y ayudándolas a cruzar el desierto y el Mediterráneo hasta Europa.
“Nuestro problema es que, a menudo, las víctimas tienen miedo de hablar con la policía”, explica la fiscal. La razón principal de este miedo son los rituales conocidos como Juju, una creencia mágica extendida por la región que rodea a la sureña ciudad nigeriana de Benin City, de donde proceden la mayoría de las víctimas. Los sacerdotes Juju colaboran con los traficantes y, antes de su partida, hacen prometer a las mujeres que serán obedientes con sus nuevos empleadores en Europa. De lo contrario, la muerte las amenazará a ellas y a sus familias. “Nos resulta complicado encontrar traductores de confianza que entienden los dialectos que hablan las chicas”, reconoce Pietroiusti. Y es que incluso ellos temen a los mágicos poderes Juju.
La policía mira hacia otro lado
Joy K. sospecha que hay otras razones detrás de la impunidad de las llamadas madame. En su opinión, las autoridades italianas ignoran el fenómeno en gran medida debido a que ambos, culpables y víctimas, proceden de países extranjeros y a los ciudadanos italianos prácticamente no les afecta el problema. La nigeriana sabe de lo que habla. Cuando tenía 17 años un conocido la trajo a Italia prometiéndola que allí trabajaría como babysitter o cuidadora de niños para una rica familia nigeriana.
Fue el inicio de una larga odisea para Joy K. Con documentación falsa salió de Agadez, una ciudad situada en el desierto de Níger y bastión de los traficantes de inmigrantes ilegales, rumbo a la costa Mediterránea. Allí embarcó y cruzó el mar en un bote neumático. Cuando llegó a Italia, la rica familia nigeriana que le prometieron resultó ser una brutal proxeneta. “Me dijo que le debía 30.000 euros del viaje a Europa y que a partir de ese momento tendría que salir todas las noches a conseguir dinero”, relata la forzada exprostituta.
Hace un año, la joven de 23 años fue liberada por la policía italiana y deportada a su ciudad de origen, Benin City. Allí intenta construirse una nueva vida y busca formas de acabar con los explotadores. “Italia y Nigeria tienen que hacer lo posible por acabar con esto. No se trata sólo de mi madame. Hay muchas otras peores que ella”, explica Joy K.