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El rompecabezas de la oposición iraquí

21 de agosto de 2002

La toma de la embajada iraquí en Berlín no le hizo mella alguna a Saddam Hussein. Pero volvió a plantear interrogantes sobre las agrupaciones opositoras iraquíes y su capacidad de convertirse en alternativa de gobierno.

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Ahmed Chalabi, líder del opositor Congreso Nacional Iraquí, en el exilio .Imagen: AP

No fue muy sensata la forma que escogieron los autores de la toma de la embajada iraquí en Berlín para salir del anonimato. Lo único que consiguieron los cinco integrantes de la hasta ahora desconocida "Oposición Democrática Iraquí de Alemania" -aparte de ser detenidos- fue la reprobación de todos aquellos que, en principio, podrían simpatizar con su causa, incluyendo a Estados Unidos y a las organizaciones opositoras formales.

Único denominador común

El grupúsculo logró, a lo sumo, causar un mal rato al gobierno alemán y plantear nuevas interrogantes sobre la disidencia iraquí. Porque una vez más quedó de manifiesto la atomización de los opositores al régimen de Bagdad, cuyo único denominador común parece ser el deseo de ver derribado a Saddam Hussein. Pero ahí termina la coincidencia. Ni siquiera la posibilidad de un ataque estadounidense contra Bagdad encuentra entre ellos un respaldo unánime.

Si bien la gran mayoría de los disidentes apoyaría semejante operación militar, el "Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Irak" -que representa a los chiítas del sur- se muestra contrario, argumentando que es el propio pueblo iraquí el que debe liberarse. Un factor que motiva tal actitud es el hecho de que mantiene su base de operaciones en Irán, país que rechaza tajantemente una intervención de Washington. El Consejo chiíta cuenta, según sus propios datos, con cerca de 8000 combatientes en Irak.

Luchas internas

Las otras dos organizaciones relevantes que mantienen fuerzas en el país son el Partido Democrático del Kurdistán, liderado por Masud Barsani, y la Unión Patriótica del Kurdistán, de Djalal Talabani. Ambas agrupaciones curdas se enfrentaron años atrás enconadamente y sólo la dura presión de Estados Unidos ha logrado inducirlos a deponer sus luchas.

En el exterior, la principal organización opositora iraquí es el Congreso Nacional Iraquí (INC), con sede en Londres, que cuenta con apoyo financiero estadounidense. Dado que aglutina a diversos sectores podría considerárselo como el germen de una iniciativa coordinada. Sin embargo, sus líderes han caído en descrédito por turbios manejos de dinero. Su líder, Ahmed Chalabi, incluso fue condenado en ausencia por estafa, en Jordania, según informaciones del periódico británico The Guardian.

La lección afgana

El complejo panorama de la disidencia -en el que habría que mencionar aún a los comunistas y monárquicos, de menor incidencia-, dificulta vislumbrar una alternativa clara a Saddam. Parece difícil conciliar los intereses que defiende cada agrupación y cabría temer que, ante un vacío de poder en Bagdad, se desatara una guerra interna similar a la que siguió a la retirada soviética en Afganistán.

Estados Unidos -si ha aprendido la lección- debería escoger con mucho cuidado a sus aliados en regiones de tal potencial explosivo. Pero, por ahora, nada permite abrigar la esperanza de que un eventual derrocamiento de Saddam abra paso a la estabilidad y la democracia en Irak.