El tiempo apremia
18 de septiembre de 2002El regreso de los inspectores internacionales de armas a Irak se está convirtiendo en una carrera contra reloj, para tratar de evitar una confrontación militar. Y esto por varios motivos. Por una parte, el gobierno estadounidense ya ha dejado muy en claro que considera el repentino consentimiento de Bagdad a los controles como una mera treta, y sigue adelante con sus preparativos para asestar un golpe al régimen iraquí. Por otra, predomina en diversas capitales la apreciación de que sólo en la práctica podrá comprobarse si Saddam Hussein tiene esta vez realmente la intención de colaborar con la ONU.
Las advertencias de Berlín
El gobierno alemán mantiene, en consecuencia, su preocupación y estima que el peligro de una guerra no ha sido conjurado aún. Tanto el canciller Gerhard Schröder como su ministro de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer, insistieron en prevenir a Washington contra las consecuencias de planear el derrocamiento de Saddam Hussein.
Según Schröder, no será factible inducir un cambio de gobierno en Bagdad por la vía militar, objetivo que, a su juicio, "probablemente tampoco sería legitimado por las Naciones Unidas". En la misma línea, Fischer puntualizó que un nuevo debate sobre el relevo del gobernante iraquí sólo dificultaría la labor de la ONU.
El espaldarazo de Blair
La postura de Schröder, tan criticada por la oposición alemana, no ha variado. El canciller incluso acaba de recibir un espaldarazo de Tony Blair quien, pese a ser el más decidido defensor de la política estadounidense, refutó que Berlín se haya aislado en el plano internacional. Según el premier británico, el gobierno alemán "ha planteado interrogantes sensatos" y, pese a las discrepancias en torno al tema de Irak, "nadie en absoluto duda de Schröder".
El espaldarazo británico, desde luego, no es casual. A cuatro días de las elecciones generales germanas, el canciller socialdemócrata alemán sin duda agradece el apoyo de su correligionario londinense.
Bush no ceja
Más allá de este detalle de camaradería política, el discurso de Blair en la materia sigue haciéndose eco de las palabras de Bush, empeñado en promover una dura declaración contra Irak en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Al mismo tiempo, el presidente estadounidense realiza gestiones a toda marcha para cimentar el apoyo del Congreso a su política, mientras diversos movimientos de piezas en el terreno militar presagian que la posibilidad de una guerra sigue a las puertas.
El engranaje en movimiento
Paralelamente se ha puesto a rodar el engranaje de las negociaciones para la reanudación de las inspecciones de armas en Irak. Aún sigue en el aire la fecha concreta para el retorno de los expertos de la ONU a ese país, pero al menos ya se han sostenido las primeras conversaciones entre las partes y se acordó un nuevo encuentro para el 30 de septiembre, en Viena. Allí habrán de discutirse aspectos concretos de la misión y su desarrollo en el terreno. Muchos son los puntos que quedan por aclarar. Pero el tiempo apremia y se requieren pasos concretos para alimentar la esperanza de desactivar la crisis iraquí.