Neutralidad climática - ¿Una estafa?
La neutralidad climática es un argumento de peso en la lucha por el favor de los consumidores. Sin embargo, se trata también de un término ambiguo, sin una definición común ni protección legal alguna. Hoy en día muchos productos son publicitados como neutros en carbono, ya sean camisetas, tarifas eléctricas o vuelos en avión, además de una gran cantidad de artículos de alimentación. Sin embargo, no existe ninguna etiqueta estandarizada que ayude al consumidor a orientarse, como tampoco hay una legislación ni un control al respecto. A primera vista parece sencillo: un proceso de producción o un servicio es climáticamente neutral cuando no emite más gases de efecto invernadero de los que ayuda a ahorrar. Esta vendría a ser la definición de neutralidad climática del Parlamento Europeo. Sin embargo, no es tan simple. La neutralidad climática también puede ser alcanzada de manera compensatoria. Para ello, en lugar de reducir los gases nocivos para el clima en la producción, estos son compensados a posteriori. Así lo hacen, por ejemplo, muchas compañías aéreas, ofreciendo a los pasajeros pagar algunos euros de más para compensar la emisión de CO2 que proporcionalmente correspondería a su viaje. Aunque esto no reduce la cantidad de queroseno quemado por el avión, el extra pagado es empleado en proyectos como la reforestación de bosques, contribuyendo así a absorber CO2 y proteger el clima. Este tipo de prácticas genera un debate de principios. ¿Puede una empresa declararse neutra en carbono cuando esta neutralidad se lleva a cabo principalmente mediante compensación? ¿Pueden productos, compañías e incluso países enteros ser climáticamente neutrales? ¿O se trata solo de promesas vacías y el concepto de neutralidad climática es simplemente una estafa ecológica?