¡No a la violencia! ¡Nosotros somos el pueblo!
12 de diciembre de 2008Entre 1980 y 2008, Christian Führer fue sacerdote en la iglesia protestante de San Nicolás, en Leipzig. Se jubiló en marzo de 2008, pero sus recuerdos sobre la revolución pacífica que llevó a la desintegración de la República Democrática Alemana, y que transcurrió entre “oraciones por la paz“ y “lunes de manifestación”, siguen tan activos como antaño.
DW-WORLD: El 9 de octubre de 1989, exactamente un mes antes de cayera el Muro de Berlín, tuvo lugar en Leipzig la mayor manifestación espontánea de la RDA hasta ese momento. 70.000 personas salieron a la calle, una masa contra la cual el SED, el Partido Socialista Unificado de Alemania, no podía hacer nada. ¿Cómo se logró movilizar a tanta gente?
Christian Führer: Esa es la gran pregunta. Las llamadas “oraciones por la paz”, que tenían lugar todos los lunes en la iglesia de San Nicolás de Leipzig desde 1982, siempre fueron un punto de encuentro para gente crítica que no podía articular de otro modo su opinión. Y se corrió la voz. Cuando el 8 de mayo de 1989 las autoridades bloquearon las calles de acceso a la iglesia, nuestros adeptos se habían multiplicado considerablemente.
El Estado pensaba que con esta medida lograría amedrentar a los asistentes, pero ocurrió exactamente lo contrario. Para la misa de otoño, el 4 de septiembre, los equipos de televisión de la Alemania occidental habían obtenido un permiso de filmación. Cuando salimos de la iglesia estaban allí, frente a la puerta, y nuestra gente desplegó una pancarta en la que se leía „Por un país abierto y con gente libre“.
Logramos mantener la pancarta sólo 15 segundos en el aire antes de que la Stasi [la policía política de la RDA] interviniera. Pero esos 15 segundos transcurrieron ante todo Occidente. Los noticieros de la noche emitieron las imágenes y así, no sólo los alemanes del oeste se enteraron de lo que estaba ocurriendo en Leipzig, sino también todos los habitantes de la RDA, porque todos veíamos la televisión de occidental.
Y entonces llegó el 7 de octubre del 1989, el 40 aniversario de la RDA…
Ese día cientos de personas fueron detenidas delante de la misma iglesia. El mismísimo [Erich] Honecker había dicho: „Hay que cerrar la iglesia de San Nicolás“. Y la policía actuó de un modo desconocido hasta entonces: vino en traje de combate, con garrotes, perros y escudos, y molieron a golpes a todo el mundo: durante el día entero, desde el mediodía hasta por la noche.
En la prensa se había escrito cosas como „el lunes [9 de octubre] se va a acabar con la contrarrevolución: si no se puede de otro modo, tendrá que ser por la fuerza“. El 8 de octubre vinieron médicos a misa y nos contaron que en los hospitales se estaban liberando unidades por si había que atender a heridos de bala. Al 9 de octubre se le tenía mucho miedo.
¿Cómo se desarrollaron las manifestaciones masivas del 9 de octubre?
Logramos meter a entre 6.000 y 8.000 personas en las iglesias del centro, más no cabían, pero en realidad habían venido a la manifestación unas 70.000. No podíamos ni salir de la iglesia. ¡El patio de San Nicolás estaba lleno de gente! Todos llevaban una vela en las manos. Una vela implica de por sí la no violencia porque, si no quieres que se te apague, tienes que sostenerla con las dos manos, así que no puedes no puedes tirar piedras o pegar con el garrote.
Un miembro del Comité Central del SED confesó después: „estábamos preparados para cualquier cosa, menos para velas y oraciones“. La policía no tenía orden de intervenir en un caso así. Si hubiéramos atacado a los policías, entonces habrían tenido un motivo para actuar y todo habría terminado como siempre. Pero los tanques se retiraron y no hubo ni un solo disparo. En ese momento supimos que la RDA ya no volvería a ser la misma. Más que una certeza, fue el presentimiento de que algo maravilloso había sucedido. Aunque la dimensión real no la entendimos hasta mucho después.
“Sin Leipzig no hubiera existido la revolución pacífica que acabó con la RDA” ¡Siga leyendo!
Usted siempre proclamó la no violencia y animó a los manifestantes a no dejarse intimidar por el ejército, incluso cuando entraban en acción los tanques, ¿de dónde sacaba la certeza de que todo iba a salir bien?
No teníamos ninguna certeza de que fuera a ser así. Teníamos miedo, día y noche, pero la fe siempre fue mayor que el miedo. Jesús nos había enseñado el poder de la no violencia, y esa era nuestra única arma. En el momento que usáramos violencia, nos volveríamos como ellos y perderíamos la bendición de Dios. Esto fue lo que logré transmitirles a los jóvenes en las oraciones por la paz y, sorprendemente, todos lo aceptaron.
Lo que vivimos entonces me emociona todavía hoy: en un país no cristiano, la masa resumió la bienaventuranza del sermón del monte de Jesús en unas pocas palabras: “¡No a la violencia!“. Y no sólo lo proclamaron, sino que lo practicaron consecuentemente. Si algo mereció jamás ser tildado de milagro fue aquello. Ninguno de nosotros había hecho jamás la revolución: era nuestra primera vez, y la llevamos a cabo sin derramar sangre. Y ese fue el principio.
¿Quiere decir que sin los habitantes de Leipzig no habría existido la revolución pacífica de la RDA?
En mi opinión, no. Porque nosotros teníamos algunas cosas que no existían en otros sitios, como las oraciones por la paz, que practicábamos todas las semanas desde hacía tiempo, o un importante grupo de personas que quería abandonar el país. El hecho de que todos permaneciéramos unidos bajo el techo de nuestra iglesia fue algo único. Y eso atrajo a las masas. Vino gente de toda la RDA: el 9 de octubre de 1989 no sólo se acercó gente de Leipzig o del Estado de Sajonia, sino de toda la República. Sin Leipzig no habría habido 9 de noviembre de 1989, y mucho menos el 3 de octubre de 1990 [fecha en que se firmó el tratado de reunificación de las dos Alemanias].
¿Qué queda hoy de la revolución pacífica de la RDA?
Creo que deberíamos de recuperar aquel coraje civil para intervenir y participar, en lugar de decir “ya se hará cargo alguien...“ o “ya se arreglarán las cosas…“. Tenemos que asumir la responsabilidad y ocuparnos de nuestro país. Los alemanes hemos hecho los sacrificios más absurdos. Ahora hay que sacrificarse por lo que vale la pena, por esta Alemania reunificada, por este país maravilloso y esta democracia. Tenemos que comprometernos y no huir de las dificultades. Y la manera más fácil de llevar esto a cabo es a través de la participación electoral. Esa fue una de las reivindicaciones del otoño de 1989, ¡las elecciones libres!
Usted dice que “Alemania es un país maravilloso, una democracia maravillosa“, sin embargo, ha criticado muy duramente el proceso de reunificación. En su opinión, ¿qué se ha hecho mal?
Pues, por ejemplo, la fiesta nacional debería ser el 9 de octubre, y no el 3. Esto habría fomentado la autoestima de los ciudadanos de la antigua RDA. Porque fue aquí, en la Alemania del este, donde dio el paso hacia la reunificación, y eso sin ayuda externa.
Otro error es el nombre: el país no puede seguir llamándose República Federal de Alemania. Para mí, la RFA es sólo a una parte de Alemania. ¡Imagínese si hubiéramos querido que la nueva Alemania se llamara RDA! ¡Nos habrían tomado por locos! Pero así se le pudo dar a los alemanes occidentales la sensación de que todo seguía como antes, de que nada había cambiado, salvo que ahora se les había agregado un trozo de territorio.
Y finalmente, el himno: los nazis ensuciaron esa canción para siempre, así que no puede seguir siendo el himno nacional.
En la iglesia de San Nicolás siguen rezando por la paz: por África, por la agricultura sin manipulación genética... ¿No sería mejor movilizar a la gente contra la injusticia a andar rezando cada semana por algo distinto?
Todos los años realizamos tres oraciones por la paz referidas al tema desempleo. En 1992 fundamos un círculo de charlas llamado “Esperanza para los desocupados”. Y solemos organizar actos contra el neofascismo.
¿Y han logrado reducir la presencia de neonazis?
Neonazis siempre va a haber, pero si la población no se deja intimidar habremos dado un gran paso hacia adelante. Lo importante es que la gente no se deje amedrentar por unos pocos que formando mucho escándalo parecen muy fuertes, pero en realidad sólo viven del miedo que de los otros. Tenemos que eliminar ese miedo. Y lo mismo hay que hacer con el tema del desempleo y con todo lo demás. Para estos efectos las oraciones por la paz siguen funcionando.