Las condiciones climáticas en la Gran Isla de Chiloé, en Chile, han sido cruciales en la diversificación y conservación de una amplia variedad de papas nativas. Históricamente y hasta día de hoy, las comunidades chilotas han intercambiado semillas, enriqueciendo su diversidad genética. Este legado es de gran valor para la ciencia y, quizás en un futuro próximo, para toda la humanidad.