Pekín – ciudad en transformación
5 de diciembre de 2007No es la adjudicación de los Juegos Olímplicos el factor que ha desencadenado este auge de la construcción; lo único que ha hecho es acelerar la ya vertiginosa velocidad de este proceso urbanístico sin parangón en la historia. La construcción más espectacular la planea el alemán Ole Scheeren, socio del famoso arquitecto holandés Rem Koolhaas. Se trata de una torre de 250 metros de altura, de peculiar geometría, que será la sede de la televisión estatal china CCTV.
Como el portón de entrada a un nuevo siglo las torres inclinadas que lo conforman se yerguen hacia el cielo pequinés, dando la impresión de caerse, pero desafiando a la fuerza de la gravedad. Un proyecto polémico, caro y de gran dificultad técnica. Ole Scheeren nos acompaña durante nuestra visita a las obras de construcción. Él mismo afirma que un proyecto así no podría haberse realizado en ningún otro lugar del mundo. Se trata del lugar adecuado y el momento justo para tal visión arquitectónica.
Llaman igualmente la atención el nuevo estadio nacional de la empresa suiza de arquitectos Herzog & deMeuron, en forma de nido de pájaro, y el pabellón de natación aledaño, en forma de cubo, diseñado por arquitectos australianos.
Dos futuros símbolos de los Juegos Olímpicos en Pekín que han sido planificados por grupos de arquitectos internacionales. Pero no menos llamativo es el centro de datos y control "Digital Beijing", un proyecto del arquitecto pequinés Zhu Pei, que se asemeja al chip de un ordenador. El cemento gris es atravesado a los lados por estrechos canales verticales. El edifico es iluminado por paneles luminosos LED, por los que corre agua.
Este proyecto de urbanización de alta velocidad no sólo abre nuevas posibilidades a Pekín, sino que también implica peligros. ¿Cómo combatir la contaminación? ¿Cómo remediar el colapso del tráfico rodado, si cada mes se matriculan 30.000 nuevos autos? Y, como suele ocurrir, donde toma la delantera lo nuevo, tiene que retroceder lo viejo. Los Hutong, la maraña de callejuelas y casas bajas, los barrios originarios de los pequineses, han ido cediéndole el espacio a los rascacielos. Sus habitantes se marchan a vivir a los barrios nuevos, levantados a las afueras de la ciudad. En Pekín ya nada es como antes, tampoco en el centro. El Museo Nacional, en la Plaza de Tiananmen, sigue presentando el mismo aspecto exterior, y alberga el tesoro cultural de China de los últimos cinco milenios. Pero el exterior es sólo una fachada; el museo ha cerrado sus puertas al público para llevar a cabo obras de remodelación y ampliación, dirigidas por la empresa alemana GMP. El arquitecto Meinhard von Gerkan lo describe como "una operación a corazón abierto".
Y mientras todos hablan de edificios, dinero y arquitectos estrella, la ciudad ha comenzado con la actividad que la ocupará todo el próximo año: las competiciones. Ya se están probando los pabellones terminados; los deportistas revisan las instalaciones, los chinos las organizaciones. Y para dar un buen recibimiento a los visitantes del lejano Occidente, las asociaciones de vecinos ofrecen cursos a los ciudadanos sobre "como saludar a un extranjero".
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