Túnez: la nueva Constitución debilita la democracia
26 de julio de 2022Cuando Willy Brandt fue elegido canciller de la República Federal de Alemania, en 1969, su famoso lema entonces fue: "Queremos arriesgar más por la democracia". "Solo habrá cierto orden si fomentamos la responsabilidad compartida", enfatizó, en su primera declaración de gobierno ante el Parlamento. Tal orden requiere "una paciencia extraordinaria para escuchar y un esfuerzo extraordinario para comprenderse mutuamente", dijo.
Willy Brandt y, sobre todo, muchos de los alemanes más jóvenes, estaban entonces listos para tomar ese camino "extenuante" cuando Alemania fue reconstruida y prosperaba, después de la Segunda Guerra Mundial. Los tunecinos, afectados por la grave crisis económica y política, obviamente ya no lo están.
Amenaza real para la democracia
Durante mucho tiempo, Túnez fue reconocido y, con razón, como un "ejemplo", y como el único país de éxito resultante de la "primavera árabe". Pero, hace casi tres años, fue elegido el presidente Kais Said, quien apostó por una agenda política opuesta a la de Willy Brandt: quiere arriesgar menos por la democracia. No pocos críticos, en el país y en el extranjero, lo acusan de querer, en un futuro, incluso abolir la democracia por completo.
Este peligro es, de hecho, muy real. El presidente no solo ha usado sistemáticamente su mandato para invalidar al Parlamento, al gobierno, y a partes significativas del Poder Judicial, en nombre de una lucha contra la corrupción, que es objetiva y políticamente, en realidad, necesaria, y está escenificada de manera muy exitosa. Ahora, los tunecinos votaron una nueva Constitución en un referéndum, que socava partes esenciales de la separación de poderes y pretende dar al presidente mucho poder: en el futuro, el Parlamento o la población difícilmente tengan recursos legales para exigirle responsabilidades políticas a un presidente impopular, o para inhabilitarlo del cargo.
Túnez no se convertirá automáticamente en una dictadura unipersonal de la noche a la mañana. No debemos subestimar ni la resistencia de la sociedad civil, ni los sindicatos, tradicionalmente fuertes. Además, podrían aparecer nuevos conflictos, por ejemplo, con los islamistas. Por otra parte, la baja participación en el referéndum debilita aún más la legitimidad del presidente y de su Carta Magna.
Último capítulo
Pero no se puede pasar por alto que, en tiempos de corrupción, pobreza persistente y desempleo, es más probable que muchos tunecinos confíen más en un líder supuestamente fuerte, que en el arduo y zigzagueante consenso parlamentario, incluso cuando esas esperanzas se vieron hasta ahora frustradas.
Es decepcionante comprobar que la democracia actual no está en auge en el mundo árabe. Las dificultades sociales y la presión migratoria, por otro lado, aumentan constantemente en casi toda la región. Y, no por último, en Túnez, donde la "primavera árabe" comenzó hace más de diez años, y donde ahora, al menos hasta nuevo aviso, está acabando su último capítulo, lamentablemente.
(rmr/cp)