Un año después
18 de marzo de 2004Hablar de las falsas premisas con que se justificó la guerra contra Irak podría parecer ocioso ahora que se cumple un año de dicha intervención. El país mesopotámico, escenario de una violencia que se ha vuelto cotidiana, dista mucho de convertirse en esa democracia con carácter de ejemplo para la región que prometía el presidente estadounidense, George Bush. Pero la era de Saddam Hussein ha quedado definitivamente atrás, sea cual fuere el destino que aguarda a Bagdad. No obstante, los últimos acontecimientos ocurridos en España demuestran que las hojas no se dan vuelta con tanta rapidez en el libro de la historia o, si se prefiere, que éste también puede hojearse hacia atrás y releerse.
Cuestión de credibilidad
Cierto es que no fue su incondicional apoyo a Washington lo que le costó el gobierno al Partido Popular en Madrid, sino su lamentable manejo de la crisis provocada por los atentados del 11 de marzo. Pero esa crisis tuvo mucho que ver con la credibilidad de un gobernante como José María Aznar, que secundó a Bush contraviniendo el sentir de la amplia mayoría de los españoles y ahora intentó a todas luces manipular la información con fines electoralistas.
El gobernante español saliente no es el único que tiene problemas en este punto: tampoco el premier británico, Tony Blair, puede dar por cerrado el capítulo, ni fiarse de que la población no le pase la cuenta en las urnas en su momento. Algo diferente es la situación que enfrenta Bush, sumido ya en plena campaña electoral: aunque no parezca afligirlo demasiado que nadie encuentre las supuestas armas de exterminio masivo iraquíes, tendrá que enfrentar duros reproches de su contrincante por la forma en que manejó las cosas, sin haber conseguido su meta declarada: incrementar la seguridad del país y acabar con el terrorismo internacional.
La otra "Nueva Europa"
Con el vuelco político español se desmorona, desde ya, el modelo de la "Nueva Europa" concebido por el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld. Independientemente de que el nuevo gobierno de Madrid retire sus tropas de Irak, está claro que piensa alinearse con los alemanes y franceses. Son buenas noticias para la Unión Europea, que probablemente podrá resolver la disputa en torno a su futura Constitución. Y son, a la vez, malas noticias para Washington, cuyos incondicionales son ahora los que se van quedando solos en el viejo continente.
La "Nueva Europa", según la entienden los propios europeos, no sólo no se parece a la de Rumsfeld, sino que pugna por su propio lugar en el orden internacional. Eso es lo que se deriva de un estudio realizado por el "Pew Research Center", según el cual la mayoría de los alemanes, franceses y británicos desearía que la Unión Europea tuviera mayor independencia, e incluso igual peso que su socio transatlántico. Del sondeo también se desprende que en esta parte del planeta aumentó la desconfianza frente a Estados Unidos tras la invasión de Irak, por no mencionar lo que ocurre en el mundo árabe. Son las consecuencias visibles, a un año de la "guerra preventiva" que emprendió Estados Unidos, amparado en una doctrina que quizá no sobreviva a la presidencia de Bush.