¿Dónde están las evidencias?
20 de diciembre de 2002En Berlín se acaba de recibir la versión censurada del informe de Irak sobre sus arsenales y, lógicamente, el gobierno se tomará el tiempo necesario para estudiarla, antes de emitir opiniones al respecto. Ello no quita que el canciller Gerhard Schröder y su equipo hayan estado de seguro muy atentos a las declaraciones del jefe de los inspectores de armas, Hans Blix, quien presentó su primer reporte al Consejo de Seguridad de la ONU.
¿Guerra inevitable?
El hecho de que Blix se haya manifestado insatisfecho con la documentación iraquí, que a su juicio contiene pocas informaciones nuevas -sobre todo-, no entrega evidencias suficientes sobre la destrucción de armas que Bagdad asegura haber llevado a cabo, es agua para los molinos de Estados Unidos. Y lógicamente su embajador ante la ONU, John Negroponte, no vaciló en acusar a Saddam Hussein de haber cometido un nuevo y grave atropello contra una resolución de la ONU.
Muchos se preguntan si se pondrá ahora en marcha la maquinaria de guerra. Pero ese momento aún no ha llegado. A diferencia del presidente estadounidense, Blix considera que Bagdad aún tiene ocasión de entregar los datos necesarios y llenar las lagunas existentes en su informe. Incluso desde Londres se escuchan voces mesuradas. Sin secundar esta vez a Bush, el ministro de Relaciones Exteriores británico, Jack Straw comentó que Irak aún no ha cometido una violación seria de la resolución 1441, pese a los vacíos del informe presentado.
Alemania bajo presión
Pero todo parece ser cuestión de tiempo. Washington, al menos, estima que en poco tiempo más tendrá evidencias suficientes para convencer hasta a los más escépticos de la necesidad de atacar Bagdad. Entre ellos se cuenta Alemania, que probablemente asumirá en febrero la presidencia del Consejo de Seguridad. Pese a no tener la calidad de miembro permanente del organismo, desempeñará así un papel destacado en las deliberaciones con respecto a Irak. Máxime porque se presume que también le corresponderá presidir a partir de febrero la comisión de la ONU que se ocupa de las sanciones contra el régimen de Saddam Hussein.
Alemania estará, quiéralo o no, en la mira internacional en lo tocante al conflicto que parece acercarse indefectiblemente. Y el gobierno del canciller Gerhard Schröder tendrá que afinar su batería de argumentos, si pretende mantener su negativa a participar en una intervención armada. Desde ya, su posición no es fácil, teniendo en cuenta los compromisos internacionales que podrían involucrarlo en una eventual guerra, como los acuerdos de la OTAN o los tratados relativos a las bases estadounidenses existentes en territorio germano. La presión, en todo caso, aumentará, a menos que la misión de Hans Blix termine en un éxito tan rotundo, que hasta Washington se quede sin argumentos. Pero esas es de momento una esperanza utópica.